Yo siempre he sido
una niña-mujer, “casera”, así que lo que más me ha gustado es estar o en la
casa de mi madre, una gran mujer,
profesional (he pasado muchas horas también debajo de su maquina de escribir o
poniendo sellos en todos los papeles que encontraba en su despacho), madre y
padre, amiga…, modista (por influjo de su madre) o en “casa” de mi abuela Ana…
una gran modista.
Con el tiempo me
he dado cuenta de que la casa de mi abuela no era una casa cualquiera, era, en
realidad, un taller y una escuela de costura. Allí siempre había telas
preciosas, revistas de patrones, reglas, agujas y alfileres, botones e hilos de
todos los colores… Por las tardes venían las “niñas del corte”, se abría la
mesa y mi abuela enseñaba y ayudaba a cada alumna a sacar y hacer patrones, cortar,
plantear, arreglar y todo lo demás.
Las risas, las
canciones… y la merienda eran fantásticas. Y en todo ese proceso yo estaba
allí, mirando, escuchando, “ayudando” (y a veces, estorbando, entre las piernas
de las “niñas” buscando alfileres perdidos con un imán o haciendo pelotillas de
hilos caídos). Al principio jugando a colocar hilos y botones en cajas, por
colores, por formas, por tamaños… hacer figuras con los alfileres, coser
botones en retales…, y a medida que me hacía mayor, pasar puntos flojos,
hilvanes, sacar patrones, apuntar las medidas…. Coser a maquina…Y fijándome.
Fijándome sin
querer en todo aquel proceso, que para mí era lo normal, lo de todos los días,
al fin y al cabo: la vida. Yo no lo veía como un trabajo, sino que aquello era
un continuo. Que se acababa la hora del corte (las clases), pues después de
cenar, viendo la tele se seguía cosiendo y se enteraba una de todo, de la
película y de lo que estaba haciendo… Porque la costura crea adicción, cuando
empiezas un proyecto te engancha y quieres terminarlo enseguida, para ver que
bonito queda.
Al crecer vas
preguntando, ¿como se hace esto? ¿Y porqué así? ¿Me dejas a mi? Te fijas más en
los detalles, en las diferencias, en todo… absorbiendo, sin querer; llenándote,
sin querer de todo eso que te ha rodeado. Sin embargo, tu no te das cuenta. Sí,
cuando ves algo sabes si está o no bien hecho, como hacer tal o cual cosa, pero
sin más. Y te vas por otros derroteros, tu vida se encamina hacia metas
diferentes, pero la costura siempre está ahí.
Yo siempre he
visto a mi abuela o mi madre con algo en las manos: ahora vamos ha hacer una
blusa, una falda un vestido… o un jersey de punto o una tira de ganchillo para
rematar unas toallas… (yo ahí me he perdido un poco, lo he de reconocer). Que
llegábamos a casa de una prima estando de vacaciones…: ¿por qué no hacemos un
pichi para la niña?, o una bata de playa?… pues se abría la mesa, se extendía
la tela y allí empezaba la conversación, los chistes, las risas. Por eso debe
de ser que para mi coser es reír, es relajarse, es crear, es amor.
Y así, poco a
poco, según pasaba la vida, vas aprendiendo algo muy valioso sin darte cuenta,
(no solo a coser, sino también: crear, esforzarte, mejorar)… como la mayoría de
las cosas valiosas. En paralelo, vas a
la escuela, al instituto, a la universidad y te haces una profesional en un
campo. Y tu trabajo, como has visto siempre a los que te rodean entregarse, lo
tomas como eso, como una entrega. Pero siempre tienes una ventanita abierta. La
ventanita de tu vida (no la vida
de amigos, juerga, trabajo, estudio… no, a la otra vida: a ti mismo). Un
huequito, al que si te asomas, y sabes mirar, ves que sabes más cosas, que
puedes hacer más cosas y que quizás esas cosa otras personas las valoren como
un trabajo, un buen trabajo. Si además los que te rodean te animan (y te ayudan
a crear el blog, por que tu no tienes ni idea de cómo hacerlo) y te dicen:
enséñalo, deja que el resto del mundo lo vea (en este caso los vestidito, los
arrullos…), al final te creas una nueva ilusión, que sigue yendo en paralelo
con tu otra vida. En esta nueva ilusión, mi blog, sigo aprendiendo, y espero
que enseñando, en este caso a mi hijo, todos los valores que yo aprendí.
Igual que me encantan las librerías, me
encantan las tiendas de telas (también este “defecto" por herencia de madre y
abuela)… porque cuando veo una tela se me ocurren mil cosas que hacer con ella,
pero siempre hay una que destaca sobre las demás y cuando empiezo el proyecto,
aunque siempre tengo miedo y a veces tengo que rectificar algún detalle, tengo
la gran ilusión de que cuando esté terminado, me satisfaga el resultado y
encante a quien me lo ha encargado.
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